Lago Steffen.
Provincia de Río Negro. (1994).
El sendero que lleva al Lago Steffen (mi destino final) se hace más largo a medida que avanzo. Unos miles de metros más allá de donde estoy empezará a acompañarme el Río Manso Superior en el último tramo hasta llegar al lago y la Seccional de Guardaparques.
Según mi mapa el camino comienza a zigzaguear para bordear un par de cerros adelante y decidí atravezarlos en línea recta para acortar tiempo y energías. Un par de horas después comenzará a anochecer y necesito ya estar instalado, armada la carpa y encendido el fuego para preparar la cena.
La subida se hacía cada vez más cansadora y la mochila y sus casi 20 kilos me estaba matando.
Cuando llegué a la cima del último cerro y ya me quedaba un corto trecho en bajada hasta el camino nos encontramos cara a cara. Sobre una roca, desde donde dominaba el valle, había un cóndor andino macho adulto. Es difícil saber ahora quién de los dos se alarmó más pero como dos contendientes en un ring nos clavamos la mirada.
Quizás él esperaba algún movimiento brusco mío para emprender el vuelo, a lo mejor intuyó que no significaba ningún peligro, el caso es que se quedó (nos quedamos) como clavados.
La sorpresa del primer momento dejó lugar a una simple contemplación mutua. Yo lo miraba y veía los detalles de su cara, las plumas, sus grandes garras y no lo podía creer. Fue increíble estar frente a frente en un lugar inhóspito y lejos de la civilización con un animal de ese tipo, un sobreviviente que debe lidiar día a día con las torres de alta tensión, el envenenamiento de sus presas para matar pumas y la disminución de su territorio.
Muy despacio y sin movimientos bruscos me senté cerca en el suelo y seguimos mirándonos, como hipnotizados.
Un rato después se recortó la silueta de una hembra (su hembra, quizás) en el cielo, me dedicó una última mirada y emprendió el vuelo. Giraron un par de veces alrededor mío, observándome y luego desaparecieron en el horizonte.
Nota de campo, Lago Steffen, Río Negro.
Marzo de 1994.
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