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El Pequeño Larousse y los Balcanes.

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El Pequeño Larousse Ilustrado es uno de los tantos recuerdos que conservo de mis padres. Durante años y años marcaba su lugar en la biblioteca, con su tamaño descomunal y su prepotencia, como un cinco castigador. Pero hay otras cosas tangibles, esas que se pueden tocar y conservar, que te marcan de chico y que a través de los años cuando las ves, te hacen poner los pies sobre la tierra. El Pequeño Larousse de 1943 fue como una ventana al mundo, lo hojeaba siempre y me abrió al “conocimiento”.   A veces como material de consulta en el colegio, un mapa (aunque hablara del Imperio Austro-Húngaro o del Congo Belga…) pero siempre encontraba algo que me fascinaba. De muy chico me interesó la flora y la fauna, sobre todo la fauna, y el Larousse siempre estaba ahí para decirme qué era lo que estaba viendo, aunque el nombre de esa especie hubiera cambiado con los años. Algunas cosas permanecieron eternas, no cambiaron: París, Madrid, Londres fueron inalterables a pesar del tiempo. Otras m