Vida retro, fotos retro.

Como una flecha a través del tiempo. Atraviesa medio siglo, fotos en blanco y negro guardadas en una caja, en un placard donde alguna vez colgué una guitarra junto con tantos planes malogrados y algunos sueños que a fuerza de no cumplirse se transformaron finalmente en pesadillas. Cuando a principios del 2003 volví a ver esas fotos de mi infancia (rescatadas “a fin de tener una mirada retrospectiva de la fotografía documental”, decía el docente) habían pasado casi 50 años desde que mi viejo se colgara la cámara al cuello. Son fotos de fines de los 50 y de principio de los 60 y terminada la experiencia en esa década por su temprana muerte. Un Alfredito de pantalones cortos, con la misma frente amplia y con un brillo, adivinado, en los ojos. Posando dócilmente, inocentemente, a la espera del click para seguir corriendo, jugando o cantando. El pensarme hoy como fotógrafo es como una flecha que viene volando desde el pasado, certera y rápida, lanzada por mi viejo Manuel y que se clavó en mi pecho en una tarde de agosto de 2003. A veces pienso que él quiso decirme algo y que esa fue su manera de hacerlo. Los recuerdos de mi viejo son vagos y distantes. Manuel murió cuando yo tenía seis años pero creo que realmente tomé conciencia de ello muchos años después. Luego pasé como pude el resto de mi infancia, de mi vida, supliendo su falta con una mamá-papá y un hermano-papá. Cuando veo las fotos que hizo mi viejo Manuel hace más de medio siglo veo un chico arrancado de su Asturias en la adolescencia luego de la Guerra Civil y llegando a Buenos Aires (con una mano atrás y otra adelante, eso) para trabajar como peón de cocina y pintor, con una educación académica casi nula, que novió con mi vieja en los pasillos del Sanatorio Otamendi, y en una época en que era bastante raro que alguien tenga una cámara fotográfica (aún no estaba masificado su uso) pienso que se dedicó a dejarme un mensaje, una frase, a su manera, quizás la única forma que pudo. Como una flecha a través del tiempo, ya lo dije. Las fotos de mi viejo, Manuel Martínez, son brillantes. Sus imágenes con una luz perfecta, un encuadre moderno y vital, con un desencuadre y desenfoque como manejaban los maestros de la fotografía de la época, una descripción del instante (el momento decisivo y todo eso) y con una mirada (intelectual?) de una precisión que yo no sé si tengo después de 20 años de ejercicio casi constante de la profesión. Casi, casi como una parábola, una historia que él inició y que yo trato de seguir, enjaulado en la trampa de repetir la historia, esa historia que queda y se termina acá. Casi, casi como una flecha que recorrió más de 50 años y un día se clavó en mi pecho. Hoy yo soy fotógrafo profesional y él descansa en el osario común del Cementerio de Chacarita. Estas son algunas de las fotos de Manuel Martinez, mi viejo.
Enero de 1956, con mi hermano Julio, en las Sierras de Córdoba.
Alfredito mira a cámara, en las Sierras de Córdoba. Imagino lo tenso de la situación, deseando que no se mueva el perro, que yo no me fastidie, la luz del atardecer, esa sonrisa.
Santa Clara del Mar, con el primer Batuque, el perro de mi abuela paterna Milagros.
No tengo una cara de felicidad total, supongo.
Otra de Santa Clara del Mar con el carrito de madera que construyó él. Aún recuerdo ese carro. Al fondo el arroyo.
Parque Patricios, al fondo Pepirí al 200. Corte James Dean, pitucones y esa cara de culo que me acompaña hasta estos días.
En el tobogán, Parque Patricios, quizás el mismo día de la foto anterior.

Comentarios

  1. hermosas fotos y muchos recuerdos pasan por mi mente. gracias tambien por hacer que esta flecha esta pasion por la fotografia este en mi. estas imagenes me transportan en el tiempo viendome en la cocina de la abuela contando todas sus historias de su vida. una vez mas gracias tio!!

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  2. son conmovedoras. también tu texto.
    ignoraba esta bella historia.
    una agradable sorpresa
    rúben, de fragata sarmiento

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